Javier Ceballos Jiménez: Miguel Ángel Hernández: El dolor de los demás

Idioma original: Español
Año de publicación: 2018
Valoración: Muy recomendable

En la Nochebuena del año 1995, el mejor amigo de Miguel Ángel Hernández mató a su hermana y se tiró por un barranco.

Este es el impactante comienzo de este libro y es, también, el punto de partida de un viaje de vuelta, el de Miguel Ángel Hernández, a unos años y a unos lugares que fueron escenario temporal y físico de la tragedia. Regresa Hernández a sus dieciocho años y regresa a esa huerta murciana de la que siempre quiso escapar, a ese lugar que, pese a su caracter semimítico y casi idealizado en ocasiones, encerraba un mundo pequeño, viejo, cerrado y claustrofóbico, un mundo de sexualidades reprimidas y llenas de pecado, remordimiento y culpa. 

Aunque por el párrafo anterior y por las primeras páginas del libro lo pueda parecer, este no es un libro del "yo-mi-me-conmigo". El autor, al más puro estilo de Emmanuel Carrère en “El adversario” (influencia admitida por parte de Hernández en las mismas páginas de “El dolor de los demás”), intercala lo personal con el objeto de la narración, aunando autobiografía, metaliteratura, pelín de ensayo y algo crónica casi periodística, pero él no es el protagonista principal del relato. Puede parecerlo en un primer momento, pero, a medida que avanza la narración, el centro se traslada del yo al ellos (o al nosotros, si queréis). Partiendo de unos hechos y unos recuerdos muy concretos que dan lugar al proceso de escritura de la novela, Hernández consigue salir del “circulo del yo” llevando el peso de la historia al daño y las heridas que se van reabriendo, tanto en él como en el resto de seres que pasan por el libro, a la par que avanza en la escritura de la novela.

Esa es una de las principales virtudes del libro: la capacidad del autor de no mirarse al ombligo y ser capaz de “descentrar”  la historia, de reescribirla y llevarla por caminos en los que lo principal viene a ser el paso del tiempo, la memoria y las dudas y preguntas que estos suscitan, tales como “¿Soy otra persona?”, “¿Soy el mismo?”, “¿Podemos recordar con cariño a quien ha cometido el peor de los crímenes?”, "¿Es legítimo hacerlo después de haber comprendido la parte del otro?” o “¿Es posible llevar flores a la tumba de un asesino?”. 

También me gustaría destacar el ritmo de la narración, que apenas decae en las casi trescientas páginas de las que consta la novela, gracias tanto a la propia estructura del libro como al lenguaje utilizado por el autor, y las más que interesantes reflexiones que el autor va intercalando sobre el lenguaje y la función de la escritura y la literatura.

Por último, y esto es algo que me suele pasar con la literatura en general, me resultan mucho más interesantes los libros capaces de convocar a los demonios que los que pretenden exorcizarlos. Este es uno de esos libros. Hacedme caso!

También de Miguel Ángel Hernández en ULAD: Intento de escapada


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