Javier Ceballos Jiménez: Robert Aickman: Cuentos de lo extraño

Idioma original: Inglés 
Título original: Strange Stories
Traductor: Arturo Peral Santamaría  
Año de publicación: 2017
Valoración: Recomendable

Robert Aickman tiene un estilo inigualable. Su obra, admirada por autores de la talla de Neil Gaiman, regala una aproximación al género fantástico tan sofisticada como personal. En concreto, debo resaltar la capacidad de Aickman para generar atmósferas cargadas de elementos oníricos y simbólicos. También su destreza a la hora de desdibujar realidades.

Y es que, si algo tienen en común los relatos agrupados en Cuentos de lo extraño es, precisamente, su ambigüedad. Es posible que, en ocasiones, Cuentos de lo extraño exija bastante al lector, pero si éste se esfuerza, será generosamente recompensado. A fin de cuentas, esa capacidad de Aickman para desdibujar realidades de la que hablaba hace un momento impregna todas y cada una de las páginas de esta antología. Tramas sugerentes, prosa inaprehensible, protagonistas poco fiables, un elemento sobrenatural apenas definido, finales abiertos; todos estos detalles se confabulan en Cuentos de lo extraño para que el lector trastabille, para que su zona de confort se derrumbe frente a sus ojos. No en balde es rareza y estupor, además de una extraña fascinación, lo que despiertan estas narraciones. Y horror, claro, por qué negarlo.

Por cierto, respetaremos los deseos de su autor y enmarcaremos estas piezas dentro del subgénero de lo extraño, y no del terror, porque si bien es cierto que se benefician de las atmósferas y rasgos del terror, su finalidad no es la de estremecernos. No, al menos, de una forma tan directa como la que persigue el terror convencional.

Este volumen ha sido mi primera toma de contacto con Aickman. Tengo entendido que no agrupa sus mejores historias, pero, de todos modos, lo he disfrutado sobremanera. Los cuentos compilados en él tienen una calidad increíble, y sus argumentos son, salvo alguna excepción de la que hablaré en breve, de lo más originales y creativos. Además, los protagonistas de estas narraciones no son seres pasivos sumergidos en las circunstancias que los rodean, sino que ayudan a generarlas con su psique o su forma de ser; cosa que no siempre se encuentra uno en historias de corte fantástico, pero que, de estar presente, enriquece muchísimo las narración.

Y ahora hablemos de estas piezas una a una:

"El vinoso ponto" es, junto a "Nunca vayas a Venecia", uno de los relatos menos interesantes compilados en este volumen. Me recuerda, en cierto modo, a una novela de Arthur Machen que me decepcionó bastante, Un fragmento de vida. Cuenta la historia de Grigg, un extranjero que está visitando las costas griegas y acabará en una isla encantada junto a tres mujeres que dicen ser hechiceras.

"Los trenes" es, claramente, de lo mejor que se puede encontrar en esta antología. Su prosa es una delicia en registros narrativos, su atmósfera malrollera se enrosca a tu alrededor de forma insidiosa, el elemento sobrenatural (si es que existe de veras) está trabajado con sutilidad, y hay un par de giros de tuerca la mar de conseguidos. Setenta y tres páginas de auténtico goce.  

"Che gelida manina" va sobre un solitario traductor que, por azares del destino, se ve condenado a esperar las llamadas de una mujer. Breve pero intenso. También figura entre lo mejor de este volumen.

"La habitación interior" nos cuenta la historia de una niña a la que regalan una destartalada casa de muñecas en cuyo interior no puede interactuar, debido a que es inaccesible. Relato interesante, y muy bien construido, pero al que quizás sobra alguna página. Es de los más convencionales (todo lo convencional que pueda ser un relato weird, si acaso) del libro, pero no por ello se disfruta menos ese final excesivo.

"Nunca vayas a Venecia" es bastante flojo, el peor cuento de toda la antología. Uno lo lee y acaba con la impresión de que ya ha visto lo mismo con anterioridad. Eso sí, aunque el argumento de esta historia adolece de ser predecible y hasta cierto punto cliché, vale la pena conocer a su protagonista, el inusual Henry Fern; su excéntrica caracterización hace que acompañarle en sus peripecias sea la mar de divertido. Y otra cosa muy grata de la historia son la mordaces reflexiones que hace Aickman sobre la ciudad de Venecia, sus habitantes y el turismo. Si se lee este relato sin las altas expectativas que sus predecesores habrán instalado en nosotros, puede ser genuinamente entretenido.

"En las entrañas del bosque" es maravilloso, un claro ejemplo (otro más) de cómo juega Aickman con la sutileza, con el muestra, no cuentes, pero no te pases mostrando. Una mujer decide pasar unos días en lo que le parece un balneario de montaña del norte de Europa, rodeado por un vasto bosque. No tardará en percatarse de que el lugar en el que se encuentra es más bien un sanatorio habitado por personas de todas las latitudes aquejadas por una dolencia incurable: el insomnio.

En definitva, todas estas historias tienen un argumento no resolutivo, un misterio jamás explicado con firmeza, y ceden al lector la oportunidad de aportar su granito de arena. Depende de cada cual, pues, encontrar alguna respuesta en este caos de pistas dispersas que Aickman ha ido dejando a su paso. Manos a la obra.    


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