Javier Ceballos Jiménez: Mario Cuenca Sandoval: El don de la fiebre


Idioma: español 
Año de publicación: 2018 
Valoración: Muy recomendable (e incluso imprescindible para interesados)

Lo siento, pero toca batallita: hará un par de años, tuve la oportunidad de asistir a un concierto ofrecido por profesores y alumnos de una prestigiosa escuela de música norteamericana, en el que, entre otras composiciones, se tocó el Cuarteto para el fin del tiempo de Olivier Messiaen. Como el público del concierto no éramos, en general, especialmente melómanos ni entendidos en música de cámara contemporánea (me incluyo), se nos explicó en una introducción las circunstancias de la composición y el estreno de esta obra musical: en un campo de prisioneros de guerra franceses en Silesia, durante el invierno de 1940-41. También algunas características de este compositor, como eran su profunda religiosidad y su percepción sinestésica (que en su caso se manifestaba asociando sonidos y armonías con diferentes colores). Creedme que cuando oí la historia de esta obra y de su autor, me pareció perfecta para un novela o una biografía novelada, y de hecho estuve buscando, infructuosamente, si existía alguna ya publicada, aunque sólo se encontrara en francés, por ejemplo. Supongo que en aquel momento, Mario Cuenca Sandoval, que ya había tenido esa idea, se hallaba escribiendo este libro que hoy ocupa esta reseña. Por suerte, he de añadir.

La "novela", en realidad biografía novelada -sí, al estilo de Deville o Echenoz-, surge a partir de tres hilos temporales distintos: la infancia y juventud del compositor, sus últimos días, ya en su vejez, y sus vivencias como soldado francés en la II Guerra Mundial; tres manantiales que van discurriendo de forma casi paralela hasta confluir en una sola corriente: el momento en el que, en el Stalag VIII-A, el campo de prisioneros al que había sido confinado, se dan una serie de circunstancias asombrosas para que se produzca el prodigio -el milagro, diría sin duda el propio Messiaen-, la composición y estreno, en condiciones no demasiado adecuadas, de una obra musical de vanguardia, el famoso Cuarteto para el fin del tiempo, con la intención por parte de este músico, quien, ya digo, era un creyente en la fe cristiana más que convencido, de celebrar la venida del Apocalipsis, y por tanto del fin del transcurrir del tiempo (acontecimiento que para él, lejos de tener un carácter ominoso, resultaba liberador). (*)

Cualquier otro, creo (o al menos yo) , habría tenido la tentación de finalizar el libro en ese momento cumbre de la primera y precaria interpretación de la obra: novelita breve pero intensa, satisfacción por parte del lector y chimpún... pero Cuenca Sandoval dedica el resto de la obra, casi la mitad de la misma, a hacer transcurrir su relato por los turbulentos rápidos de la ocupación alemana y sus remolinos de cobardía, los lentos meandros de la posguerra y la edad madura, el delta donde se bifurcan los distintos ramales de la obsesión, la inseguridad, la engañosa memoria... (vale, ya dejo la metáfora fluvial, que sé que me estoy pasando).

Por último: si la tarea de trazar con suficiente claridad, pero sin perder los muchos matices, la peripecia vital de un personaje como Messiaen -tan músico preclaro como casi místico e iluminado, tan genio incomprendido como obseso lunático- ya parece harto complicada, Cuenca Sandoval la emprende, además, con la irrenunciable premisa de una prosa absolutamente brillante, de un nivel estilístico y un espíritu poético como pocos podremos encontrar, em parece, en el panorama literario actual.  Cierto es, por ponerle un pero, que tal vez los lectores menos aficionados a los párrafos tirando a larguitos, a las serie inacabables de subordinadas ya una cierta "barroquización" de la prosa -con todas las comillas posibles, puesto que no implica, en ningún momento, una tendencia al desorden, sino todo lo contrario- no aprecien este estilo en su justa medida. Ahora bien, lo que no podrán negar en ningún caso es su riqueza, su excelencia y aun por momentos, su maravilla.

(*) Hubo otra historia semejante, aunque mucho más trágica aún, sobre la composición de la ópera El emperador de Tlantis o El rechazo de la muerte de Viktor Ullmann, con libreto de Petr Klen, en el campo de concentració de Therezin, en 1942 (aunque el estreno como tal no sería hasta 1975). Los autores de esta ópera, que no estaban allí por ser soldados prisioneros, sino judíos, murieron dos años más tarde en Auschwitz. Es decir: fueron asesinados.



También de Mario Cuenca Sandoval, reseñados en Un Libro Al Día: Boxeo sobre hieloLos hemisferios



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