Javier Ceballos Jiménez: Nico Rost: Goethe en Dachau

Idioma original: neerlandés
Título original: Goethe in Dachau
Traductora: Núria Molines Galarza
Año de publicación: 1946
Valoración: Muy recomendable

Si tenéis Twitter, y si seguís a libreras como @DeborahLibros o @SilviaBroome, o a librerías como Primera Página u 80 Mundos, es probable que ya hayáis oído hablar de este libro. Su editorial, ContraEscritura, cuida mucho la relación con las librerías, y esta atención se refleja en el cariño con el que las libreras y librerías tratan sus libros. Esto, naturalmente, no desmerece a la obra recomendada, Goethe en Dachau, de Nico Rost, una obra que por su propia calidad justifica gran parte de los elogios que se le dedican.

Como su título (y su portada) apuntan, nos encontramos ante un relato concentracionario: el diario del escritor Nico Rost durante su estancia en el campo de Dachau. ¿Un libro más sobre campos de concentración? Pues sí... pero no. Porque este libro es en cierto modo diferente a las obras de Primo Levi, Imre Kertesz o Jorge Semprún, por citar algunos de los ya reseñados por aquí. En la mayoría de estas obras encontramos una descripción más o menos descarnada de la vida en el campo, con todas sus penurias y horrores, junto con una reflexión sobre su significado humano, filosófico y político, o sobre la capacidad de narrar una experiencia extrema y traumática como esta. En Goethe en Dachau estos elementos están también presentes, claro, pero equilibrados por otro fundamental: el recuerdo, la lectura y el comentario de autores como Goethe, Hölderlin, Lessing o Novalis, entre otros muchos.


Naturalmente, este contraste entre la brutalidad del contexto y la elevación de las discusiones sobre literatura que Rost mantiene consigo mismo o con otros reclusos resulta chocante, e incluso problemático. El propio Nico Rost se plantea en varios momentos esta cuestión, preguntándose si su forma de resistencia y oposición a los movimientos fascistas no había sido "demasiado literaria". Como lector, sin duda, resulta llamativo leer a Nico Rost hablando de que quiere leer toda la obra de Hölderlin en una entrada del diario, y en la siguiente leer que han muerto cientos de personas por causa del tifus; parece existir una disonancia entre ambas realidades, difícilmente compaginables.
Así cuenta, por ejemplo, en un determinado pasaje que él y otro recluso estaban "tan enfrascados en nuestro tema [una edición de la biografía del escritor Antoine Frédéric Ozanam] que paneas oíamos los lamentos y gemidos -era día de vendajes- de los enfermos que nos rodeaban".

Como se hace evidente a lo largo del diario, la reflexión sobre literatura -y no sobre una literatura cualquiera, sino sobre la literatura alemana en particular-, se convierte así, por una parte, en una forma de supervivencia (para conservar la cordura, la dignidad, la libertad, aunque sea interior), y por otra, en una forma de resistencia, oponiéndose a la satanización de todo lo alemán provocado por el ascenso del nazismo, y en general a cualquier tipo de chauvinismo. Tan importante es para la lectura y la escritura Nico Rost, "el loco que roba papel y escribe todo el tiempo" como le conocían en el lager, que llega incluso a alegrarse de que haya alertas antiaéreas en el campo, porque eso le da más tiempo para escribir, a pesar del peligro evidente que estos bombardeos podían suponer para él y para sus compañeros de campo. En cualquier caso, no se trata solo de una "deformación profesional", sino de una estrategia consciente y tenaz; en un momento determinado afirma:
...evidentemente que pienso muchísimo en casa, en los problemas políticos presentes y futuros, en muchos amigos, en comer mejor, en si tengo o no piojos, si el animalillo que me modrió ayer era un piojo o una pulga; pero, en primer lugar, no puedo escribirlo todo y, en segundo lugar, tampoco quiero, de ninguna manera. Tendría entonces que hablar una y otra vez sobre mis esperanzas y mis deseos, mis preocupaciones y mi miseria, pero lo que quiero es imponerme disciplina, que mis pensamientos lo controlen, que sean deños por encima de toda la materia que hay en este lugar, es decir, la materia de las SS, una corteza de pan, la sopa aguada, los piojos y las pulgas...

(Conviene aclarar, por otra parte, que quizás Nico Rost estaba siendo demasiado crítico consigo mismo en estas autoacusaciones, ya que si bien es cierto que su principal labor era la literaria, también se implicó en la Resistencia belga tras la invasión nazi. En el propio campo de Dachau, además de intentar ayudar a diversos reclusos desde su posición de ayudante de la Enfermería, también se le ve donando sangre para intentar salvar la vida de otros reclusos. ¿Hay alguna forma más concreta y material de solidaridad que donar la propia sangre, sobre todo en un contexto en que era un bien tan preciado?)

Goethe en Dachau muestra así a un Nico Rost profundamente humano, decidido desde el inicio (desde antes del inicio, de hecho) a resistir la tentación de odiar colectivos nacionales o religiosos, incluso los de sus verdugos (los alemanes, pero también los polacos, tan odiados dentro del lager). La lección fundamental del libro, sin duda, es la de la resistencia de la dignidad, que en este caso adopta la forma de una reflexión cultural y literaria profunda, incluso en medio de los peores horrores. Pero otra lección más sutil, que creo que es necesario resaltar, es que esta resistencia intelectual se combina con una resistencia material, política en un sentido práctico (porque también la labor literaria de Nico Rost es política). En caso contrario, se corre el riesgo de caer en un intelectualismo elitista, y olvidar el sufrimiento ajeno, incluso cuando está tan próximo y es tan evidente.

Una nota final sobre la traducción de Nuria Molines Galarza: tal como se nos indica en el prólogo de la traductora, la obra original es un palimpsesto y una torre de Babel: la voz de Rost (en neerlandés) se mezcla con fragmentos en alemán, tomados de sus conversaciones con otros reclusos y del vocabulario familiar en el campo; y con citas escritas en muchas otras lenguas, como francés, latín o yiddish. Además, la primera edición en neerlandés fue corregida y revisada en la traducción alemana, realizada por la propia mujer del escritor. Ante esta complejidad lingüística, la decisión de Nuria Molines ha sido presentar prácticamente todo el texto en en castellano, incluidas las citas (con el texto original en nota), pero mantener el vocabulario concentracionario en alemán, con la traducción entre corchetes, al menos en la primera aparición de cada término. Es, naturalmente, una estrategia válida para mantener el plurilingüismo del original, y al mismo tiempo hacer fácilmente legible la traducción para el lector español. Personalmente, habría conservado los textos que en el original no están en neerlandés (incluso los fragmentos en alemán), colocando la traducción en nota, para mantener así el plurilingüismo del libro y del lager, y el efecto de extrañeza que estas otras lenguas producen en la lectura. Se agradece, en todo caso, el prólogo de la traductora en la que explica esta y otras decisiones, haciéndose visible en el proceso de transmisión de la obra.

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