Javier Ceballos Jiménez: Kiko Amat. Antes del huracán

Idioma original: español
Año de publicación: 2018
Valoración: tímido


He de confesar que tengo cierta afinidad generacional con Kiko Amat. Y que su imagen de eterno post-adolescente  atribulado por su condición de tipo raro (que lee, que escucha música fuera de los canales comerciales) de habitante del extrarradio barcelonés de los 70-80, me despierta cierta ternura y hasta complicidad poco usuales en mí.
Cosa rara en mí, cuando me entero de que su nueva novela, bastante tiempo después de la precipitada y fallida Eres el mejor, Cienfuegos, va a publicarse en Anagrama, su editorial de casi siempre, pero esta vez bajo la colección Narrativas Hispánicas, no en la más irreverente Contraseña, me digo: "Vaya, Amat ha decidido aceptar que se ha hecho mayor".
Llego incluso a ver una entrevista (solo disponible en catalán) y veo al tipo tímido de siempre, al eterno amiguete de barrio cuyos tatuajes parecen querer provocar que se le pregunte por qué. Por qué de lo que sea.
Así que hay que tomarse Antes del huracán como una especie de reválida. Antes estaba a mi lado Irvine Welsh, ahora puede estarlo Vila-Matas. Los niños se hacen mayores, las canas arrecian, la música actual no me mueve como la de antes, algunos de mis amigos han muerto, de otros no supe nunca más. 
Pero he de decir que no podemos hablar aquí de un volantazo. Un ligero cambio de rumbo, quizás, pero aún esbozado con timidez, quizás con algún temor de no maniobrarse del todo bien en territorios más asentados en la tragedia, veo a Amat dubitativo y la novela acusa altibajos que hubieran sido menos si se hubiera limitado su extensión. Ya sé que decir de una libro que sobran páginas no es la más contundente de las recomendaciones. Pero si muchos lo hacen acerca de Moby Dick, y no pasa nada.
La historia que nos cuenta aquí el escritor de Sant Boi transita en dos ámbitos: Curro y Priu son amigos de la infancia en la población de extrarradio que presta escenario a toda la obra de Amat. Y Curro y Priu son compañeros internos en un hospital psiquiátrico urdiendo constantes planes de huida. En medio, en esos veinte años entre una situación y otra, ha pasado algo. De ese algo se nos van dando pistas más o menos claras, pero el secreto es mantenido con cierta solvencia lo que produce una sensación de cierto suspense, indudable acicate cuando hay por ahí esas páginas algo reiterativas, las de esa niñez y preadolescencia o quizás falta de madurez, que es el registro en que Amat está cómodo pero que es el Amat de antes, el escritor con cierta tendencia ligeramente chorra u onomatopéyica que disfruta de las tragicomedias que parecen travesuras. El otro relato, el del presente, está demasiado basado en una figura algo reiterativa. Internos en el psiquíátrico, los dos amigos han transmutado su amistad en una especie de relación amo-mayordomo que no acaba de cuajar en lo narrativo, que parece demasiado paródica, que tiene demasiadas reminiscencias como para poder fluir con naturalidad, y que acaba siendo algo inverosímil.
La estructura de la novela resulta familiar. Presente y pasado discurren por caminos separados hasta que en el tramo final los párrafos saltan de una situación a otra y ese batiburrillo, ese alargamiento forzado del misterio, acaba prolongándose demasiado.
Lo cual no significa que ésta no sea una novela digna. Evidentemente, tanto más interesante como uno se sienta cercano a la obra de Amat. Porque el Amat con acné y problemas para relacionarse con la gente normal sigue escondido en esos personajes. Entiéndase el símil. El escritor maduro y solemne, el que ya ha pasado lo suyo y asume que en la vida hay cosas diferentes a las colecciones de libros o de discos, aunque esa realidad nos dé un poquito de rabia, asoma por detrás, pero parece reacio a dar un decidido paso al frente.




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