Javier Ceballos Jiménez: Masako Togawa: La llave maestra

Idioma original: Japonés  
Título original: Ōinaru gen'ei 
Traductor: Susana Constante
Año de publicación: 1962
Valoración: Bastante recomendable

La llave maestra fue galardonada con el prestigioso premio Edogawa Rampo. No es para menos, pues nos hallamos ante una novela extraordinaria (sobre todo si tenemos en cuenta que fue el debut literario de su autora, Masako Togawa): bella e intimista a la par que malsana y asfixiante.

Pero vamos por partes: ¿de qué trata este libro? Difícil de concretar; a fin de cuentas, La llave maestra escapa a cualquier etiqueta convencional. Por un lado estamos delante de una historia enfocada en la intriga, el misterio y la tensión. O sea, ante un thriller de toda la vida. Al mismo tiempo, se exploran temas mucho más “literarios” en estas páginas; temas como la soledad, el miedo al cambio o la invasión de la intimidad, que son presentados de forma sutil pero efectiva. De modo que la ópera prima de Togawa es en cierto modo una asequible (aunque atípica) novela negra, a la par que un ejercicio literario profundamente inteligente. Supongo que a esta naturaleza ambigua se debe su aceptación casi unánime entre público de todo tipo. 

Ubiquémonos. El relato transcurre en el Japón de los 1950s, un Japón derrotado y hasta cierto punto “invadido” por la cultura occidental. Para ser más exactos, transcurre en Ikebukuro, zona de Tokyo que en la posguerra inmediata se convirtió en lo que Focault denominaría un espacio heterotópico, dadas las transformaciones turbadoras y contradictorias que experimentó. Si destaco este contexto geográfico-histórico es porque lo creo relevante, y más adelante ahondaremos en su importancia simbólica dentro de La llave maestra.

También los Apartamentos K son un elemento significativo para el argumento de la novela, así como para los temas que ésta baraja. El viejo edificio, escenario en el que se desarrolla gran parte de la historia (y referencia al lugar donde la autora convivió de pequeña con su madre, por cierto), es un microcosmos harto peculiar. Tiene más de cien alojamientos, en los cuales solamente pueden vivir mujeres. Cierra su puerta principal a las once de la noche. Todos los visitantes que reciban las inquilinas deben quedar registrados en un libro que se guarda en recepción. Si la visita es un varón, hay que marcarle con una etiqueta numerada. 

Las contradicciones de este escenario son especialmente fascinantes. En algún momento, esta residencia para mujeres fue novedosa, pero en la actualidad ha quedado completamente desfasada; sus ritos y normas, que se siguen cumpliendo por condescendencia e inercia, son anacrónicos; a su manera es una cárcel, aunque los Apartamentos K se erigieran en un inicio para proteger a las mujeres que iban a cobijar durante los difíciles años de posguerra. Otra aspecto interesante de este edificio es que fue el primero en Japón en utilizar una llave maestra. Actualmente, este objeto se ha convertido en una amenaza, pues alguien lo ha robado y, en consecuencia, la intimidad de las residentes ha quedado comprometida. 

El argumento de La llave maestra pivota alrededor de la desaparición de susodicha llave durante la mayoría de la historia. Asimismo, hay otras subtramas en esta novela, las cuales gravitan en torno al secuestro de un niño mestizo, el robo de un violín o el desplazamiento de unos centímetros que los Apartamentos K van a experimentar para que se ensanche la calle de enfrente. Gracias a la destreza de Togawa, todas estas subtramas acabarán por confluir al final, con un par de giros sorprendentes muy logrados. Ah, si hago hincapié en los elementos que dinamizan estas tramas y subtramas (la llave, el niño, el violín, el desplazamiento) es porque no dejan de ser excusas narrativas, preñadas de simbolismo, con las que la autora va trabajando los temas que recorren las páginas de esta novela.

Por ejemplo, el desplazamiento del edificio es empleado para ilustrar el miedo al cambio de las residentes, así como la posibilidad de que una tradición como la de la milenaria cultura japonesa pueda ser apartada y substituida por otra. ¿Qué hay del niño secuestrado? Hijo de una japonesa y un militar americano, simboliza el horror ante la “ocupación” del Japón de posguerra efectuada por Occidente. Y qué decir del violín: un Guarnieri di Cremona, un valioso objeto extranjero con un atractivo turbador. Todos estos elementos remiten ineluctablemente al Ikebukuro contradictorio y forcejeante del que os hablaba hace un rato

La historia de La llave maestra se nos cuenta a través de varios puntos de vista, dando voz a diferentes residentes de los Apartamentos K. Este formato coral enriquece el rompecabezas que es esta novela, y añade de paso ángulos inesperados al meollo. Exceptuando dos capítulos, escritos en primera persona, todos los demás son descritos por un narrador omnisciente. La presentación de los acontecimientos no es lineal, lo cual ayuda también a ir dosificando las pistas que Togawa quiere ir soltando poco a poco. 

Ninguno de los personajes de La llave maestra es extremadamente memorable, pero al menos se intenta caracterizar a la mayoría de protagonistas. Que no son pocas, precisamente. La psicología de estas mujeres, aunque tratada de forma superficial, tiene uno o dos rasgos propios que la distingue de la del resto. Además, su condición de personajes solitarios, recluidos en el pasado, que guardan celosamente sus secretos más inconfesables, y la potencial interacción que se puede establecer entre varias de ellas, ya las vuelve atractivas para el lector, sin necesidad de que sean muy complejas de manera individual. 

Debo añadir, llegados a este punto, que el estilo de la autora no acaba de funcionar del todo. Se la nota bisoña con el lenguaje, y es incapaz de aprovechar todas sus posibilidades. Por desgracia, esta inexperiencia, que en otro tipo de ficciones puede jugar a favor de la historia, compromete algunos pasajes de La llave maestra. Pero bueno, este pequeño defecto apenas molesta en el desarrollo de la novela. Tampoco es especialmente problemático, pese a que no deja de ser notorio, el que el manejo de los temas sea algo irregular. Lo que sí puede tirar atrás a más de uno es la dificultad que supone para un occidental memorizar la enorme cantidad de nombres y apellidos japoneses que salpican esta obra.  

En definitiva, La llave maestra es un libro rebosante de buenas ideas que, aun cuando éstas estén parcialmente desmerecidas en el resultado final, merece la pena descubrir. Y la tremenda ambición que supone abordar semejante argumento, así como tratar de refilón los temas que Togawa aborda, es algo digno de admiración (recordemos aquí que ésta es su primera novela).


Post Scriptum: Ojalá alguna editorial se ponga manos a la obra y empiece a editar a Togawa. Solamente hay tres novelas suyas publicadas en España, y actualmente es difícil conseguirlas sin tirar de internet o librerías de ocasión. Inconcebible, lo sé. 


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