Javier Ceballos Jiménez: Friedrich Dürrenmatt: El juez y su verdugo

Idioma original: Alemán
Título original: Der Richter und sein Henker
Año de publicación: 1950
Traductor: Juan José del Solar
Valoración: Se deja leer

El juez y su verdugo es la primera novela policial de Friedrich Dürrenmatt. En ella, el autor nos presenta al comisario Hans Bärlach, personaje al que recuperará cuando escriba La sospecha. Huelga decir que ambas historias son autoconclusivas, por lo que se pueden leer de forma autónoma. De las dos, me quedo con ésta: es sencilla en su presentación, pero en todo momento cumple con lo que promete. Las ínfulas de su continuación, en cambio, quedan en papel mojado.

Cuando digo que El juez y su verdugo cumple con lo que promete me refiero a que es un desprejuiciado pasatiempo pulp. No hay que esperar de este texto, pues, nada más que una trama repleta de golpes de efecto. Y ya. En serio, nada de buscarle un trasfondo profundo. Sí, sé que Dürrenmatt te intenta colar un discurso sobre la lucha entre el Bien y el Mal, pero ni caso. Éste es tan anacrónico para el siglo XX, además de escueto, que si le diéramos mucha importancia el libro pecaría de pretencioso.

Aunque estoy siendo algo injusto al insinuar que El juez y su verdugo es maniqueísta con su tratamiento de la lucha entre el Bien y el Mal. Para nada. Al fin y al cabo, uno de los grandes interrogantes que plantea esta pequeña ficción es el siguiente: ¿cualquier medio está justificado con tal de hacer prevalecer a la justicia? El comisario Bärlach encarna a la perfección esta problemática en cierta escena de lo más memorable. Y me callo para no chafaros nada. Sólo aprovecho para avisaros de que Bärlach, protagonista encubierto de esta novela coral, es más interesante que su insípida contraparte de La sospecha. Menos intachable desde el punto de vista ético, no sé si me explico.

A todo esto, todavía no he resumido el argumento de la novela. La cosa es tal que así: el teniente Schmied de la policía de Berna ha sido asesinado. Bärlach y el agente Tschanz serán los encargados de encontrar a su ejecutor. La investigación apuntará hacia un tal Gastmann, un hombre al que el comisario lleva intentando encarcelar casi veinte años. Esta será la última oportunidad de Bärlach, ya que padece una enfermedad estomacal que lo llevará a la tumba en meses.

Suena interesante, ¿no? Ah, pero mucho cuidado con el componente pulp del que os hablaba antes. Si no te van este tipo de cosas, El juez y su verdugo te hará levantar la ceja en más de una ocasión. Y es que, por más que quieras, no puedes tomarte en serio a esta novela. El villano principal, por ejemplo, suelta un monólogo pomposo digno de una de las películas más casposas de James Bond. Por medio tenemos a matones forzudos y una daga con forma de serpiente. Otra repercusión (no necesariamente negativa) que la identidad pulp de este relato ha tenido en él: la trama tiende hacia la acción, más que hacia la investigación.

De modo que, sin ser un libro extremadamente especial, recomiendo leer El juez y su verdugo por tener:

  • Un argumento lleno de giros y recontragiros (que diría Juan) para nada previsibles. 
  • Un mensaje simple pero más o menos conseguido sobre lo quebradiza que es la justicia.  
  • Elementos algo casposos, siempre simpáticos para los amantes de la pulp fiction como yo. 

Lástima, por otro lado, que la prosa de esta novela sea tan irregular. Sus capítulos iniciales, por ejemplo, no están muy bien escritos: diálogos poco naturales, estructuración del relato algo confusa... Y, por el contrario, más adelante hay escenas narradas con absoluta maestría. La del entierro de Schmied, por ejemplo, es cojonuda. Todavía mejor es, para mí, la que describe el asalto que el coronel Bärlach sufre en su casa. De hecho, tanto los sucesos narrados en la misma como el estilo literario de ese pasaje me recordaron al magistral relato “El corazón delator”, de Edgar Allan Poe.

Sospecho que esta fluctuación entre partes bien y mal escritas se debe a que El juez y su verdugo fue originalmente publicada por entregas. Seguramente su naturaleza de folletín también es la responsable de que el ritmo y la estructuración global de la novela sean algo irregulares. Pero sabiendo lo potente que puede ser Dürrenmatt como escritor, me fastidia que no puliera esta novela una vez iba a publicarse íntegramente. Hay subtramas, como la que explora las diferencias entre el comisario y la criminología moderna, que no aportan nada y bien podría haberse prescindido de ellas. Asimismo hay personajes, como el Dr. Lucius Lutz, a los que se intenta dar una relevancia que al final no acaban teniendo.

En definitiva, El juez y su verdugo no le llega ni a la suela de los zapatos a La promesa, novela policiaca de Dürrenmatt que, a mi juicio, consigue trascender al género en el que se adscribe. Sin embargo, es bastante más estable en su planteamiento que La sospecha. Carece de la ambición de esta última, no lo niego, pero como entretenimiento pulp cumple a la perfección.


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