Javier Ceballos Jiménez: Alphonse Daudet: Tartarín de Tarascón

Idioma original: Francés
Título original: Tartarin de Tarascon
Traducción: Manuel Serrat Crespo
Año de publicación: 1872
Valoración: Divertidísimo


Introducción knausgardiana:

14 de marzo de 2019. A eso de las 21:30 bajo la basura y junto al contenedor de papel encuentro una caja de considerables dimensiones con unas letras sospechosas en un lateral. ¡LIBROS! Miro a izquierda y derecha, no vaya a ser que alguien me vea, y abro con cuidado la caja. ¡Oh, sorpresa! Resulta que dentro hay una colección (o parte de ella) de la editorial Planeta, publicada allá por los años 80. Los libros están llenos de polvo y los cantos más amarillos que los dedos de un hombre de 90 años que se haya tirado toda la vida fumando 3 cajetillas diarias de Ducados, pero no puedo evitar cargar con la caja y subirla a casa. Caras de estupor entre mi pareja e hijas, algún pequeño insecto que aparece sospechosamente, etc. ¡Me da igual! Entre los libros hay cosas de Dickens, Mark Twain, Zane Grey, Selma Lagerlof, Joseph Conrad y este "Tartarín de Tarascón" de Alphonse Daudet, así que es "la caja o yo" (esto no lo digo, no vaya a ser que tenga que dormir en la calle).

La reseña:
Han pasado casi 150 años, que ya son años, desde la publicación de "Tartarín de Tarascón", lo cual para un libro humorístico puede parecer una barbaridad. Nada de eso. "Tararín de Tarascón" no ha envejecido nada mal. De hecho, me lo he pasado en grande leyendo las prodigiosas aventuras de este burguesito más bien feucho, bajito y gordinflón al que uno (no me preguntéis por qué) imagina con el careto y el mostacho de Flaubert.

Más allá de su aspecto físico, Tartarín es un "pobre hombre", cobarde, vanidoso, algo tirando a inocentón (si no a medio lelo), Sancho y Quijote a partes iguales, que por variados enredos se ve inmerso en un "fantástico" viaje desde su meridional Tarascón a la Argelia colonial en busca y captura del terrible león del Atlás. Tartarín, personaje patético y héroe por accidente, vivirá sucesos inverosímiles y nosotros asistiremos, siempre con una sonrisa en los labios, al desfile de variopintos personajes que tratarán de aprovecharse del gran Tartarín. Por suerte para el, todo es tan absurdo y tan disparatado que acabará volviendo a Tarascón en loor de multitudes. 

Además de su aspecto claramente humorístico, me ha llamado la atención el hecho de que Daudet no deje títere con cabeza. Las observaciones ácidas y sarcásticas están presentes a lo largo de toda la obra.  En la parte "tarasconesa", Tartarín y el resto de fuerzas vivas del pueblo son una panda de "rentistas" improductivos a los que les gusta más aparentar que otra cosa. Sirva como muestra que la mayoría de ellos son miembros de una sociedad de cazadores que no caza nada aparte de sus gorros y de opíparas comilonas. En la parte argelina, ni los propios argelinos ni los colonos ni los miembros de la organización colonial salen bien parados, ya sea por tratarse de timadores, de crédulos o de patéticos parásitos, según los casos.

Todo esto en apenas 100 páginas estructuradas en breves capítulos que, entre risas, pullas y sorpresas, se leen en un santiamén y le dejan a uno con la tranquilidad de haber acertado subiendo la caja de marras (aun a riesgo de tener que dormir en la calle).

Así que ya veis. Ni puñetero caso a vuestras familias (midiendo los riesgos, claro). Yo, entre parecer que tengo Síndrome de Diógenes y perderme libros como este, lo tengo claro: prefiero parecer un chalado si eso me sirve, entre otras cosas, para descubrir libritos como este breve, endiablado, divertido y absolutamente actual "Tartarín de Tarascón".  


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