Javier Ceballos Jiménez: TochoWeek III #5. Alberto Moravia: La romana


Idioma original: Italiano 
Título original: La romana
Traductor: Francisco Ayala
Año de publicación: 1947
Valoración: Recomendable (o no)  


No sabía lo mucho que echaba de menos a Alberto Moravia (al Moravia que está en plena forma, quiero decir) hasta que empecé a leer La romana. Desde sus primeros compases, esta novela me remitió a la faceta más brillante del escritor italiano; por alguna razón es, para muchos, su mejor obra. Eso sí, dejad que os adelante que yo no comparto esta apreciación.

De hecho, pese a que la he disfrutado, no recomendaría La romana a nadie sin aclarar algunas cosillas antes. Mala señal, lo sé. Pero es que, a la postre, este libro deja bastante que desear, al contrario que otras piezas moravianas, igual de bien escritas, pero más, mucho más, asequibles (que no representativas) y bien planteadas de la bibliografía del autor.

Me explico. Los dos principales defectos que le veo a este tocho de quinientas y pico páginas son los siguientes:

  • El primero es, precisamente, su extensión. Moravia se recrea demasiado en esta historia: nos abruma con prolijas descripciones y minuciosos retratos psicológicos. Si bien es cierto que la mayoría de párrafos aportan al texto, le dejan a uno la sensación de que podrían haberse sintetizado. Aunque, para ser justos, también hay que recalcar que esta mirada analítica, la misma que provoca pasajes de lectura algo pesada, granjea una sutil crítica social. Además de brillantes fogonazos narrativos. Y es que las habilidosas descripciones que emplea Moravia para retratar un rostro, el comportamiento de alguien, la manera de hacer el amor de un personaje, un elocuente intercambio de miradas en una pastelería, por ejemplo, son increíbles. 

  • El segundo defecto que le veo a La romana es la voz narradora. Durante la lectura del libro, ésta se puede pasar por alto con relativa facilidad, una vez te acostumbras a ella, pero no por ello deja de ser un elemento notorio en un análisis posterior. La narradora es Adriana, «una chica de pueblo, simple y sin educación» que, sin embargo, habla como si no lo fuera. Además de poseer una intuición portentosa (rasgo que todavía puede resultar verosímil), es capaz de expresar con precisión hasta el más mínimo detalle de lo que le sucede a su alrededor y en su interior. Esto no es sólo forzado por cuestiones de memoria, sino que también presupone unas aptitudes filosóficas y literarias que Adriana no debería poseer. Hay reseñas que excusan este recurso, como una publicada en Crítica de libros, pero a un servidor, después de leer la fidelidad de las voces de Natalia Ginzburg, esto se le ha atragantado.  

Y ya que he mencionado a Adriana, dejad que os la presente. Es la protagonista del relato, una chica joven, bastante pobre y extremadamente guapa. Ciertos acontecimientos la obligarán a dedicarse a la prostitución, profesión que le permitirá descubrir a toda una galería de personajes de lo más variopintos. Tenemos a Astarita, funcionario de alto cargo dentro de la policía secreta, «una rueda que se mueve con las otras en un mecanismo», según él mismo. O a Giacomo, estudiante universitario que abandera unos ideales revolucionarios quebradizos. De algunos de estos personajes se sirve Moravia para ilustrar diversas críticas sociales o ideológicas, como autor comprometido que es; critica a los conformistas, a los oportunistas, a los fascistas y a su oposición, a los ricos y a los pobres. Así pues, en el apartado de crítica social y hasta moral, esta novela cumple a la perfección.    

También como caramelo para los amantes de Moravia. No en balde reconocí en sus primeras páginas muchos de los elementos que configuran el universo del escritor. Los había más anecdóticos (una joven atractiva, talleres de pintores y «una avenida sombreada de plátanos»), pero tantos otros de fondo (la psicología, la crítica, el morbo...).

Así pues, para un incondicional de Moravia, La romana es una novela familiar y, pese a los defectos mencionados, de lo más disfrutable. Por otro lado, aunque es un buen libro, no lo recomendaría a alguien que todavía no se haya iniciado con Moravia. Otras de sus obras, más concisas, mejor planteadas, pueden arrastrarte a su producción con más garantías.


También de Alberto Moravia en ULAD: Los indiferentes, El conformista, El hombre que mira


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