Javier Ceballos Jiménez: Cormac McCarthy: Todos los hermosos caballos

Idioma original: inglés
Título original: All the Pretty Horses
Año de publicación: 1992
Traducción: Pilar Giralt
Valoración: recomendable

Sacrilegio: Cormac McCarthy figura, reiteradamente y con creciente relevancia a medida que a algunos de sus competidores les da por morirse, en las quinielas de los premios Nobel de Literatura, año tras año.Y a mí sus novelas, esta es la cuarta que leo y la primera que reseño aquí, no me parecen tan brillantes como por ejemplo, las de Philip Roth, sin llegar a sentirme decepcionado o plantearme abandonos. Hace tiempo que, en esos propósitos de enmienda a los que la tozudez le lleva a uno, me hice con su Trilogía de la frontera en una bonita y práctica caja. Cerca de mil páginas que se abren con Todos los hermosos caballos, novela de espantoso título que fue llevada al cine en uno de los primeros papeles de Penélope Cruz dentro de su carrera estadounidense. Quiero decir: igual en inglés tiene una sonoridad diferente, pero en español la traducción literal del título resulta una expresión que suena bastante cursi. Y desde luego, cursi no es un apelativo que encaje a la hora de describir la obra de McCarthy. Más que nada por la crudeza habitual de sus floridas descripciones, tan aplicable a los áridos paisajes que transitan los protagonistas de sus novelas como al despiece detallado y minucioso de cualquier sangriento acto criminal. Los personajes de McCarthy, los que he conocido en estas novelas por lo menos, siempre suelen estar polarizados por la presencia de una bondad o una maldad absoluta manifestada (sea un juez, un asesino, un padre obsesionado con llevar adelante a su hijo), y personajes de contrapeso que aportan matices a esa polaridad, ergo, aquellos a los que las circunstancias les hacen desviarse de su cauce natural.
Todos los hermosos caballos cuenta con John Grady, joven que no llega a la veintena, edad, fechas que cuadran con la propia trayectoria vital del autor (del que poco se sabe, pero se sabe más que de Pynchon), joven que, en la frontera México-USA de 1949, fecha que cuadra en lo concerniente a la presencia de ciertas referencias técnicas, pero que podría ser 60 años antes y no notaríamos gran diferencia, decide montar su caballo y, acompañado de su amigo Lacey Rawlins, aventurarse, muy adecuada la palabra, y recorrer el camino que les lleve a México con la intención de buscarse la vida y acabar trabajando en un rancho para cuidar, claro, caballos. En ese recorrido se encontrarán con Jimmy Blevins, este ya un mocoso de apenas trece años, personaje que les provoca una mezcla de lástima y desconfianza, al que se unen en su recorrido y que alterará sustancialmente el devenir de sus planes. Sobre todas las circunstancias que envuelven a los tres jóvenes, a sus respectivas monturas, las familias de las que proceden y los hechos que marcan sus decisiones de cruzar la frontera en el sentido inverso en que suele hacerlo, McCarthy mantiene un inquietante y seductor silencio narrativo.
Una vez en México tras diversas andanzas relacionadas con lo incierto del camino, las precarias condiciones y, claro, esto es una novela, sus interacciones con quienes encuentran a su paso, Grady cometerá esa inexorable equivocación cuando uno se rige por los designios del corazón, cuando Alejandra, hermosa hija del terrateniente, cae prendida en un romance desigual e imposible y esa relación enturbia lo que iba a ser una plácida o incluso estimulante estancia como cuidadores y domadores de caballos. Ahí surge una tía de incierto pasado que, queriendo impedir que su sobrina cometa sus supuestos errores, obra de forma sibilina.
Cuestión que activa el modo "culebrón".
La novela es desigual. Los personajes están plasmados con trazo firme y con el fascinante misterio que los envuelve en cuanto a lo ético o lo fatal (en el sentido del destino) de sus actos. La violencia y la arbitrariedad del poderoso, la impunidad, flota de manera insana ante lo que podríamos pensar que son los actos instintivos y limpios de jóvenes en busca de su futuro (huyendo de no sabemos qué), pero no sé, empiezo a matizar mi opinión, si necesitamos tanto envoltorio para lo que puede ser una aventura de amigos en el que uno se enamora de la persona equivocada.
Breve paréntesis. Llegué a enviarle un Whatsapp (sí: en este blog somos así de MODERNOS) a Koldo describiendo este libro como "glorioso".
Pero en algún punto, acercándome al final, empecé a pensar si todo esto no está un poco sobrevalorado. Si esta novela no es una novela del Oeste (sin indios) aderezada de ricas descripciones, de detallados pasajes de especies vegetales (que aturdieron a la traductora hasta precipitarla dos veces hacia el síndrome Basterrechea*) de todo tipo, de expresiones en español de México, que proliferan a medida que los jóvenes se integran en el rancho, de, claro, toda clase de pasajes sobre la crianza equina que justifican el título pero que aturden al lector profano pues, y añádase lo del título, uno acaba pensando a quién aprecia más Grady, o sea, no un cúmulo tal que invalide los aspectos positivos de la novela (el fulgor juvenil capaz de sobreponerse a la adversidad y la injusticia mientras sus efectos lo hacen madurar, por ejemplo), pero que sí matizan algo esa casi unánime genuflexión previa a cualquier obra de su autor. O sea, bien, pero con la duda de si esta historia no es una historia universal recubierta de hojarasca estilística.

Cuestión que quizás leer la siguiente pieza de la trilogía me ayude a responder.

* Célebre proceso de traducción que empuja a optar por la expresión perlarse la frente de sudor.




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