Javier Ceballos Jiménez: Claudia Larraguibel: Sprinters
Idioma original: español
Año de publicación: 2018
Valoración: recomendable
Año de publicación: 2018
Valoración: recomendable
Escribir una novela sobre algo tan siniestro como la Colonia Dignidad ya debe ser toda una experiencia. Documentarse, encontrarse con el secretismo justificado tanto por quienes desean olvidar como por aquellos a los que les conviene que se olvide. Claudia Larraguibel se ha enfrentado a ese reto y ha elegido una estructura que, con inteligencia y sin forzar situaciones, permite afrontar la narración desde distintos puntos de vista y aporta a la novela el aspecto de un dossier, hasta de un sumario.
Colonia Dignidad, me remito a la información presente en Wikipedia a los efectos introductorios, fue un experimento a cargo de alemanes, que hacia el inicio de los años 60 organizaron en unos terrenos en Chile algo parecido a una comunidad cerrada al margen de su entorno. Cerrada en muchos aspectos: como si allí no rigieran las leyes del país y como si todo pudiera autogestionarse. El problema surge cuando esa organización no lo es a beneficio de todos, cuando el más poderoso de los jerarcas, Paul Schaler, tío Paul, el Tío Permanente es un individuo que ha salido huyendo tras descubrirse sus tendencias pederastas, cuando tanta Biblia y tanto sacrificio impuesto a los demás no lo es por amor al arte sino para anularlos como individuos y, de paso, aprovecharse en lo económico, sacar tajada de la impunidad y pegarse la vida padre en un país donde, encima, el gobierno de turno no solo te deja obrar a tus anchas sino que, tras el golpe de estado de Pinochet, usa tus instalaciones y goza de tu complicidad para torturar y ejecutar a la disidencia.
Partiendo de esos hechos reales (la instalación permanece en funcionamiento tras los escándalos y ha sido rebautizada con el inocente nombre de Villa Baviera), Claudia Larraguibel organiza una amena narración que funciona a cuatro bandas que avanzan en relativo paralelo; la de la antigua residente que consiguió salir pero aún mantiene algún vinculo emocional con su estancia, y que parece justificar a ratos lo que pasó o como mínimo relativizarlo. La de la guionista de una película sobre la Colonia, y sus vicisitudes para obtener tanto soporte para su proyecto como material para componerlo. El propio storyboard en avance, curiosa coartada para aportar un contrapunto gráfico de indudable atractivo. Y la realidad: las confesiones de los investigados, las reglas de funcionamiento de la colonia, los argumentos para aportar cierta lógica a los sórdidos hechos que sucedían en su interior, con los sprinters, así era como se llamaban los infelices niños que eran elegidos por Schaler para sus siniestras aficiones.
Solamente por poner en conocimiento de los lectores esos vergonzosos episodios la novela ya vale la pena. Bajo el pretexto de la investigación sobre la muerte de uno de los niños Larraguibel va organizando una narración con un resultado ameno y estimulante, sin gusto por el morbo, sin voluntad policíaca o moralista, sin abusar del recurso creativo en aras de obtener realidad. Es lo que hace que todo lo que se describe se muestre tan terrible. Personas anuladas que callan y obedecen, líderes de astucia desarrollada a medida de su maldad, demasiados silencios cómplices, y un episodio oscuro, me temo que todavía inconcluso, de la historia de un país que este libro contribuye a divulgar. Leer para conocer, algo sumamente útil.
Partiendo de esos hechos reales (la instalación permanece en funcionamiento tras los escándalos y ha sido rebautizada con el inocente nombre de Villa Baviera), Claudia Larraguibel organiza una amena narración que funciona a cuatro bandas que avanzan en relativo paralelo; la de la antigua residente que consiguió salir pero aún mantiene algún vinculo emocional con su estancia, y que parece justificar a ratos lo que pasó o como mínimo relativizarlo. La de la guionista de una película sobre la Colonia, y sus vicisitudes para obtener tanto soporte para su proyecto como material para componerlo. El propio storyboard en avance, curiosa coartada para aportar un contrapunto gráfico de indudable atractivo. Y la realidad: las confesiones de los investigados, las reglas de funcionamiento de la colonia, los argumentos para aportar cierta lógica a los sórdidos hechos que sucedían en su interior, con los sprinters, así era como se llamaban los infelices niños que eran elegidos por Schaler para sus siniestras aficiones.
Solamente por poner en conocimiento de los lectores esos vergonzosos episodios la novela ya vale la pena. Bajo el pretexto de la investigación sobre la muerte de uno de los niños Larraguibel va organizando una narración con un resultado ameno y estimulante, sin gusto por el morbo, sin voluntad policíaca o moralista, sin abusar del recurso creativo en aras de obtener realidad. Es lo que hace que todo lo que se describe se muestre tan terrible. Personas anuladas que callan y obedecen, líderes de astucia desarrollada a medida de su maldad, demasiados silencios cómplices, y un episodio oscuro, me temo que todavía inconcluso, de la historia de un país que este libro contribuye a divulgar. Leer para conocer, algo sumamente útil.
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