Javier Ceballos Jiménez: Santiago Lorenzo: Los asquerosos
Idioma original: español
Año de publicación: 2018
Valoración: bastante recomendable
Año de publicación: 2018
Valoración: bastante recomendable
Dice Katixa que lo primero que hace con las fajas de los libros es desprenderse de ellas. Yo a veces las uso de socorrido y poco ergonómico punto de libro. Está bien: a veces leo lo que se escribe en ellas y, en este caso, he leído que son ya 60.000 copias las vendidas (es muy posible entonces que muchos de los que lean esta reseña lo hagan con la opinión ya formada) y también he leído elogios encendidos por parte de algún escritor de esos que me hace levantar la ceja de escepticismo.
Pero también llego a Los asquerosos con cierta idea preestablecida de lo que voy a encontrarme. Pues he despachado las tres anteriores novelas de su autor y han conseguido, a distintos niveles, ser todas ellas dignas de mención. Lorenzo no aglutinará una generación pero es perfectamente distinguible en su prosa. Por su cercanía, por su tonalidad a veces tendente al chascarrillo o a la chorrada pero siempre chispeante, siempre divertida y ligeramente transgresora en ese ejercicio chocante pero coherente del invento de los términos, de esas palabras que crea o que ensambla y que inserta sin que el texto se resienta en su comprensión. Puede parecer, junto a ciertos giros en la forma de narrar de Lorenzo, algo lejanamente rancio, como una voz en off de algún noticiario tardofranquista, pero encaja en todo momento. Porque esta es una novela engarzada en la actualidad. Hay móviles sin cobertura, trabajos basura, y hay Ley Mordaza y hay abandono de los pueblos y las aldeas de la Meseta a la búsqueda de un futuro mejor.
Manuel, protagonista, ve su poco halagüeño futuro truncado cuando, en un alegato de defensa propia bastante poco esgrimible como atenuante (o sea, el miembro de las FSE dirá lo que quiera ante un juez y Manuel será condenado), clava un destornillador en el cuello de un antidisturbios. En el vestíbulo de un edificio de esos de pisos colmena. Ante el frío testigo de una cámara instalada ahí porque las leyes lo imponen. Y el presente de Manuel es un desastre, como personaje típico de Lorenzo, Manuel es un pringaete o un tolai o, en todo caso, un anónimo individuo cuya trayectoria vital podría escribirse en medio folio pero para qué hacerlo si a nadie le interesa. Manuel es el clase-baja por excelencia al que la crisis y los trabajos basura y la falta de oportunidades ha mandado al foso pero cualquier cosa mejor que la cárcel.
Así que huye, y en su huida es asistido por su tío, narrador que se encarga de los aspectos logísticos cuando se aventura a establecerse en una casona de un pueblo abandonado. Manuel espera que ese anonimato en vida se convierta en su cómplice y pone toda su vida en manos de su tío, otro tipo como él, prácticamente un reflejo o una expectativa de futuro que, incluso ahora se ha truncado. El tío hace que le llegue comida, le contacta a través de un móvil antidiluviano, le informa de cómo andan las cosas, le apaña un trabajo virtual con el que ganarse los escasos recursos que le permitan ir tirando y no ser una carga. Manuel se adapta a la perfección y esa nueva existencia que debía ser un calvario se convierte en una especie de experiencia iniciática, en una catarsis en que puede, Thoreau merodea por ahí, Lorenzo plantee una aguda crítica a la sociedad urbana capitalista llena de detalles, lujos y comodidades superfluas vendidas como necesarias. O quizás señala todo a lo que algunos se han visto obligados a renunciar. No creo que la novela sea un acto de denuncia por sí misma.
Los asquerosos representa, pues, una progresión lógica dentro de la obra de Lorenzo. Sus protagonistas son tipos anónimos cariacontecidos a los que las jugarretas del azar obligan a actuar como héroes o antihéroes, en cualquier caso, fuera de lo que tenían previsto. Y es una buena novela, porque depura y perfecciona lo conseguido en su obra anterior. El público lector debe haberlo notado, porque 60 son muchos miles para un mercado tan raquítico. Otra cosa es que uno, voy a ponerme al frente, considere que parte del atractivo de la obra de Lorenzo era ese carácter naif, ese aire castizo y anacrónico, ese toque amateur, en que parecía que sus personajes tuvieran los rasgos de una historieta.
Vamos, que Los asquerosos es un cierre perfecto de círculo, pero no sé si la perfección hacía falta.
Manuel, protagonista, ve su poco halagüeño futuro truncado cuando, en un alegato de defensa propia bastante poco esgrimible como atenuante (o sea, el miembro de las FSE dirá lo que quiera ante un juez y Manuel será condenado), clava un destornillador en el cuello de un antidisturbios. En el vestíbulo de un edificio de esos de pisos colmena. Ante el frío testigo de una cámara instalada ahí porque las leyes lo imponen. Y el presente de Manuel es un desastre, como personaje típico de Lorenzo, Manuel es un pringaete o un tolai o, en todo caso, un anónimo individuo cuya trayectoria vital podría escribirse en medio folio pero para qué hacerlo si a nadie le interesa. Manuel es el clase-baja por excelencia al que la crisis y los trabajos basura y la falta de oportunidades ha mandado al foso pero cualquier cosa mejor que la cárcel.
Así que huye, y en su huida es asistido por su tío, narrador que se encarga de los aspectos logísticos cuando se aventura a establecerse en una casona de un pueblo abandonado. Manuel espera que ese anonimato en vida se convierta en su cómplice y pone toda su vida en manos de su tío, otro tipo como él, prácticamente un reflejo o una expectativa de futuro que, incluso ahora se ha truncado. El tío hace que le llegue comida, le contacta a través de un móvil antidiluviano, le informa de cómo andan las cosas, le apaña un trabajo virtual con el que ganarse los escasos recursos que le permitan ir tirando y no ser una carga. Manuel se adapta a la perfección y esa nueva existencia que debía ser un calvario se convierte en una especie de experiencia iniciática, en una catarsis en que puede, Thoreau merodea por ahí, Lorenzo plantee una aguda crítica a la sociedad urbana capitalista llena de detalles, lujos y comodidades superfluas vendidas como necesarias. O quizás señala todo a lo que algunos se han visto obligados a renunciar. No creo que la novela sea un acto de denuncia por sí misma.
Los asquerosos representa, pues, una progresión lógica dentro de la obra de Lorenzo. Sus protagonistas son tipos anónimos cariacontecidos a los que las jugarretas del azar obligan a actuar como héroes o antihéroes, en cualquier caso, fuera de lo que tenían previsto. Y es una buena novela, porque depura y perfecciona lo conseguido en su obra anterior. El público lector debe haberlo notado, porque 60 son muchos miles para un mercado tan raquítico. Otra cosa es que uno, voy a ponerme al frente, considere que parte del atractivo de la obra de Lorenzo era ese carácter naif, ese aire castizo y anacrónico, ese toque amateur, en que parecía que sus personajes tuvieran los rasgos de una historieta.
Vamos, que Los asquerosos es un cierre perfecto de círculo, pero no sé si la perfección hacía falta.
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