Javier Ceballos Jiménez: Tom Perrotta: La señora Fletcher

Idioma original: inglés
Título original: Mrs. Fletcher
Año de publicación: 2017
Traducción: Mauricio Bach
Valoración: se deja leer

Tenía pensado empezar esta reseña con alguna chanza a cuenta de su título, sobre el posible equívoco al confundir a la protagonista de esta novela con la Jessica Fletcher de Se ha escrito un crimen, la célebre asesina en serie de Cabot Cove (allá donde iba mataba a alguien), interpretada en la pequeña pantalla por la simpar Angela Landsbury. En fin, alguna chorrada de ese estilo, de las que me gustan a mí... Pero no, me resulta imposible porque la lectura de este libro me ha conmovido en lo más hondo, ha tocado alguna fibra sensible de mi alma y me hecho reflexionar sobre la futilidad de la existencia como  ningún otro en los últimos tiempos...

Para nada, claro. Ahora sí que estoy de coña, si se me permite la expresión... Esta novela, no diré tanto como que es una chorrada, pero sí una muestra de que el talento se ve limitado en ocasiones por la falta de ambición (cuando suele suceder lo contrario). Me explico: todo el mundo conoce, o al menos ha oído mencionar la llamada "chick-lit", novelas que tratan de las cuitas de jóvenes mujeres profesionales y preparadas, enfrentadas a la complejidad del mundo moderno; no necesariamente por el amor y encontrar un novio, pero para las que, cosas de la casualidad, este factor suele formar parte de la trama. En fin, los diarios de Bridget Jones y todo eso... Pues bien, en la novela de Perrotta encontramos una variante que podríamos llamar "MILF-lit", esto es: los problemas de una mujer ya en la mediana edad, profesional, de buen ver, divorciada, etc... y que se enfrenta, en el caso de la protagonista, Eve Fletcher, al supuesto "síndrome del nido vacío", cuando su hijo Brendan se va a la universidad. Ella aprovecha entonces para "buscarse a sí misma", tanto en el aspecto formativo-intelectual como en el afectivo-sexual, y claro, ahí es donde comienza la peripecia, el drama, el jolgorio...

Pido disculpas, por cierto, por emplear el acróstico MILF, un tanto grosero, pero es que en el libro no paran de utilizarlo y la propia señora Fletcher se define a sí misma o acepta que la definan así. Una señora a la que no entiendo, por otra parte, de dónde le viene su inseguridad, siendo todavía joven (a los cuarenta y tantos hoy en día cualquier mujer es casi una chiquilla), estando como un queso, según se deja bien claro en la novela, y con una satisfactoria actividad laboral... ni siquiera se puede aducir que sea una reprimida en materia sexual: es usuaria habitual y desacomplejada de páginas porno y no le causa demasiado conflicto sentirse atraída por Amanda, su atractiva y tatuada subalterna en el trabajo. Resulta más comprensible, cierto es, que le cause algún desconcierto inicial quedarse sola en casa, pero no tanto cuando descubrimos que su adorado hijo en verdad es un poquito bastante gilipollas.

Este hijo, así como la joven subalterna de Eve, la profesora trans que imparte un curso sobre identidad de género o uno de sus compañeros de ese curso, Julian -que antes había sido compañero del insti de su hijo Brendan- componen un cuadro de personajes que ejemplifican, hasta cierto punto, las preocupaciones y anhelos de la clase media periurbana estadounidense de hoy en día, ese océano ignoto en el que, por lo visto, ningún otro autor ha tenido el valor de aventurarse hasta ahora (!). Por decirlo de otra forma y que se me entienda: tampoco es que sea Franzen, el tal Perrotta, a pesar de que sí plantea algunas líneas que podía haber seguido y hace alguna que otra observación interesante... pero prefiere no ahondar en el asunto y decantarse por un tono más banal (de ahí lo que comentaba antes de que su ambición parece ir por detrás de su talento). Lo mismo ocurre, no obstante, con la ironía que, en más de una ocasión, aplica a diversos aspectos de la sociedad norteamericana del siglo XXI: desde la corrección política o el activismo light de los jóvenes universitarios, a las relaciones intergeneracionales, interraciales o interidentitarias (si es que existe tal término); de hecho, si existe algún "tema" que pueda dar cierto poso a la novela, es la obsesión por el etiquetado y compartimentación en categorías que parece sufrir esa sociedad. Ahora bien, lo que podía haberse convertido en una inteligente sátira, se conforma con quedar en una especie de culebrón más o menos romántico y más o menos divertido, alrededor de una figura femenina con la que se puedan identificar muchos/as lectores y espectadoras de series de HBO o Netflix.

Porque esa es otra: sí, amigos, parece ser que de este libro TAMBIÉN VAN A HACER UNA PUTA SERIE (la maldición de nuestro tiempo). Algo que no es de extrañar, es cierto, dado el éxito que tuvo una anterior, basada en otro libro de Tom Perrotta: The Leftlovers. Yo no la he visto y dudo que vea la de La señora Fletcher. La de Angela Landsbury matando gente, sí, por supuesto.



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