Javier Ceballos Jiménez: László Krasznahorkai: Tango satánico


Idioma original: Húngaro
Título original: Sátántangó
Traducción: Adan Kovacsics
Año de publicación: 1985
Valoración: Muy recomendable

Leer Tango satánico no es fácil. Uno avanza por esta novela exhausto, azotado por la lluvia, con los pies hundidos en el fango. Como he dicho, leer Tango satánico no es fácil. Quizás por esto, llegar a su final resulta tan gratificante. Aunque, bien pensado, este final no es un verdadero final. Sólo una pausa temporal, un alto en el camino. Un alto que se hace en una fonda sórdida, donde se sirve alcohol barato, donde los parroquianos no tienen qué decirse. Un alto en una fonda llena de humo y miseria. Una fonda infestada de arañas. 

Leer Tango satánico no es fácil. En primer lugar, porque sus temas (el caos, la pobreza, la soledad, la decepción) son ásperos a más no poder. Además, porque estilísticamente es un reto. Oraciones larguísimas, capítulos que son un único párrafo monolítico interrumpido solamente por alguna que otra pausa misericordiosa. Todo aderezado, eso sí, con un interesante subtexto político, religioso y existencialista. Con una potente imaginería. Con referencias a Kafka y a Beckett. Con un sentido del humor cáustico y descarnado. Con el magnetismo de Irimiás. 

En definitiva, pese a que no es fácil leerlo, Tango satánico es un novelón. Uno sorprendentemente redondo, debo decir. Digo sorprendentemente porque László Krasznahorkai es ambicioso en forma y fondo, y, aún así, logra estar a la altura de las expectativas. Digo sorprendentemente, también, porque esta es la ópera prima del autor. ¡Menudo talento tiene, el tío! De veras, puesto a buscarle algún defecto a esta Tango satánico, sólo se me ocurre que algunos de los espaciados que fragmentan sus capítulos se antojan algo gratuitos. Nada más.

Por cierto, existe una adaptación cinematográfica de esta novela. La dirigió Bela Tarr, está en blanco y negro y dura la friolera de siete horas.



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