Javier Ceballos Jiménez: Carlos Droguett: Todas esas muertes

Idioma original: Español
Año de publicación: 1971
Valoración: Entre está bien y recomendable

No solo de novedades y/o clásicos vive el lector, así que hoy traemos a este espacio un libro tan olvidado que está descatalogado, que no tiene ni una sola valoración en Goodreads (salvo la mía) y que no tiene apenas referencias en la red de redes. ¡Y eso que fue Premio Alfaguara allá por el año 1971!

Pero, antes de analizar si ese olvido es justo o no, expliquemos brevemente el argumento de la novela. O de la biografía novelada (aprox) porque "Todas esas muertes" es la novelización de la parte final de la vida de Emilio Dubois, un célebre asesino en serie de origen francés que cometió sus crímenes en las ciudades de Santiago y Valparaíso allá por los comienzos del siglo XX. Vamos, una versión seductora, elegante e intelectual del "Petiso orejudo" argentino, que quizá sea algo más conocido por estos lares.

Digo seductora porque Dubios, o el Dubois de Droguett, es un tipo atractivo para las mujeres, de quienes se sirve para cometer sus asesinatos; digo elegante porque Dubois es un tipo que cuida su aspecto (su larga blanca rubia, su vestimenta, etc); digo intelectual porque Dubois es perfectamente consciente de sus actos y de su destino pero trata de maquillarlos con una pátina mística y redentora. De hecho, Dubois se considera a sí mismo mitad Dios mitad artista del crimen ("no vivo de esto, vivo para esto", llega a compararse con Miguel Ángel o Rembrandt), conversa con Dios para hablarle de sus crímenes, para justificarlos, para expresarle sus dudas, etc. Al mismo tiempo, es un ser cínico hasta decir basta. En fin, recuerda mucho a los nihilistas rusos de finales del XIX y principios del XX, a postulados "nietzscheanos" mal entendidos, etc.

Es precisamente ese viaje por la mente entre perturbada y clarivedente de Dubois lo más destacable del libro. La elección de ese aspecto como núcleo del libro es clave, ofrece más recorrido que el que daría un mero centrarse en aspectos más sangrientos y permite al lector adentrarse en alucinados monólogos y diálogos en los que se desgrana la personalidad de Dubois.

En el lado negativo, además de la lectura previa de "Patas de perro", la cual puso el listón demasiado alto, la novela se ve afectada por un excesivo peso de la forma sobre el fondo. La prosa de Droguett es poética y barroca, y ojo que no digo esto como un reproche (yo, defensor a ultranza de gente como Mujica Lainez o Carpentier), pero lo es hasta el punto de entorpecer la narración. Así, eternas enumeraciones, digresiones infinitas, etc cortan la fluidez de la "acción". Da la impresión de que la "forma" no está al servicio del "fondo", aspecto para mí fundamental en la novela. En fin, un claro ejemplo de que no es lo mismo el ritmo de la prosa que el ritmo de la narración. Una pena, de verdad, porque Droguett escribe de maravilla y domina el lenguaje como pocos, pero no es de recibo que eso "se coma" a la "acción".

También de Carlos Droguett en ULAD: Patas de perro


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