Javier Ceballos Jiménez: Reseña interruptus: El apagón de Connie Willis

Idioma original: inglés
Título original: Blackout
Traductora: Paula Vicens Martorell
Año de publicación: 2010
Valoración: decepcionante (pero puede ser culpa mía)

De cómo llegué a conocer a Connie Willis: A través de Twitter, cuando dos personas que creo que no se conocen entre sí (@ArrateHidalgo y @LI3PeO, el segundo ahora injustamente expulsado de Twitter) la mencionaron con pocos minutos de diferencia, por pura casualidad, como autora de ciencia ficción a la que había que leer. Investigué un poco y descubrí que efectivamente Connie Willis es uno de los grandes nombres de la ciencia ficción conteporánea, sobre todo en el subgénero de viajes en el tiempo: ganadora de numerosos premios Hugo, Nebula y Locus (probablemente los más prestigiosos del género sci-fi), cuenta con una trayectoria de más de cuarenta años y una infinidad de novelas, volúmenes de relatos y ensayos. De entre todos ellos, elegí (o mejor dicho, tuve que elegir) El apagón, porque era casi lo único que había disponible en ebook en español, junto con su segunda parte, Cese de alerta. Así que nada, me lo compré, y empecé a leer.

De cómo empecé el libro y quedé inmediatamente atrapado: Aunque la obra de Willis es tan amplia como variada, una parte importante de su obra se sitúa en un mismo subgénero: el de los viajes en el tiempo. De hecho sus obras "Fire Watch" (relato, 1982), El libro del día del juicio final (1992), Por no mencionar al perro (1997) y El apagón / Cese de alerta (2010) -todas ellas traducidas al español, creo, salvo el primer relato- pertenecen a un mismo ciclo: el de los historiadores-viajeros en el tiempo que, desde la universidad de Oxford en torno al año 2060, realizan saltos temporales a diversos momentos históricos, con cierta predilección por la Edad Media y la Segunda Guerra Mundial. El primer tercio de El apagón me atrapó inmediatamente: siendo la primera obra de Willis que leía, me fascinó la construcción del mundo ficcional, la "jerga" y las normas creadas para los viajes en el tiempo, el ritmo y el humor con el que se presentaba a los personajes...

De cómo se me fue haciendo más pesada la lectura. El problema es que, una vez (re)creado el mundo narrativo y situada la trama fundamental, la novela se estanca un poco: se centra en tres historiadores que viajan a tres lugares/momentos diferentes de la Segunda Guerra Mundial, antes o durante el Blitz, los bombardeos alemanes de la ciudad de Londres que obligaron a la pobliación a asumir un estricto régimen de vida, que incluía la prohibición de encender cualquier luz en la oscuridad que pudiera guiar a los bombarderos (uno de los sentidos de "el apagón" del título), mientras intentan comprender por qué no consiguen volver a su propio tiempo a través de los portales temporales ni viene a buscarlos ningún equipo de rescate del futuro (segundo "apagón"). Y en el segundo tercio de la novela (o algo más) se nos cuenta cómo Michael Davies intenta ser testigo de la Batalla de Dunquerque; cómo Merope Ward cuida de unos niños refugiados en el centro de Inglaterra para protegerlos de los bombardeos, o cómo Polly Churchill intenta llevar una vida más o menos normal en el Londres del Blitz. Y cuando yo esperaba una novela llena de paradojas temporales, juegos con las líneas de tiempo y saltos entre 1940 y 2060... me encuentro con una narración detallada y morosa de las peripecias de estos tres viajeros, en el contexto de la guerra. Y puede estar muy bien contado y escrito todo, pero se me hizo largo y pesado, probablemente porque no es lo que esperaba de esta novela.


De cómo se me cayó definitivamente el libro, o sobre la necesidad de clarificar conceptos. El golpe de gracia vino cuando, más o menos en la mitad de la novela, algo cansado ya de la lectura (no es precisamente un libro breve) curioseé en Wikipedia, y vi que esta no es una novela autoconclusiva, sino que debe ser leída junto con la segunda parte, Cese de alerta, para conocer el destino final de los personajes. Otras 400 o 500 páginas más. Así que leí la segunda mitad de El apagón en diagonal y a saltos, y a Cese de alerta le prometo mi ausencia, al menos por ahora. Lo que me lleva a afirmar que es urgente que aclaremos la diferencia entre una trilogía (o bilogía en este caso) propiamente dicha, en que cada obra tiene una identidad propia (como la Trilogía de Nueva York de Paul Auster), y una obra en dos o tres partes, como El señor de los Anillos, en que no puedes leer cada volumen por separado. Críticos del mundo, no sé qué hacéis que no habéis resuelto esto tan básico en pleno siglo dieci... veintiuno.

Sobre la mala suerte que un libro puede tener, y mi promesa de redimirme. Está claro que la relación entre obra y lector no es siempre la misma. Me imagino perfectamente a mí mismo cogiendo El apagón hace unos años, cuando tenía más tiempo y más calma para leer, y disfrutándolo, y cogiendo después Cese de alerta y disfrutándolo igualmente, y escribiendo una reseña con la valoración "Muy recomendable". Pero ahora mismo, mi tiempo para leer es tan limitado, que no me puedo permitir leer casi 1000 páginas de una novela que no me convence. Hay tanto para leer, y mi pila de libros es ya tan alta (metafóricamente, porque muchos de ellos son ebooks) que tengo que ser selectivo. Y en esta lucha por la supervivencia, El apagón ha sido una víctima inocente. Eso sí, como el mundo ficcional de la autora me ha parecido muy interesante, prometo darle una nueva oportunidad más adelante, con alguna de sus otras obras de viajes en el tiempo traducidas al español...

Coda: de si la historia es una disciplina visual. Como comentario algo al margen, El apagón me hizo plantearme si de hecho los viajes en el tiempo serían la panacea para los historiadores, como la novela parece sugerir. Por una parte, es obvio que para cualquier amante de la historia, "poder estar allí" debe de ser el sueño definitivo. Pero si pensamos en la historia como conocimiento profundo del pasado, ¿de verdad un testigo más, sobre todo en acontecimientos perfectamente conocidos como el Blitz, iba a suponer una gran diferencia? El historiador gana, claro, la observación directa de los hechos, pero a cambio pierde la visión de conjunto y la contextualización de esos mismos hechos. Además, ya existen innumerables testimonios (cartas, diarios, informes, noticias) sobre esa misma época; ¿por qué un testimonio más, por mucho que sea de un historiador, iba a añadir gran cosa? Pienso por ejemplo en el caso de Merope Ward, participando en la vida diaria de los niños refugiados en el campo: ¿qué añade su presencia ahí a lo que ya sabemos sobre ese tema? Diferente sería el caso de viajes a momentos históricos o épocas sobre las cuales nos falta información factual; pero en épocas más recientes, estos viajes en el tiempo casi parecen más una forma de turismo histórico, que una auténtica forma de conocimiento del pasado.

Y con esto ya lo dejo, que al final voy a escribir una reseña tan larga como el propio libro y voy a dejar de leerme a mí mismo y escribir una Reseña Interruptus de la Reseña Interruptus.

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