Javier Ceballos Jiménez: Fernando Iwasaki: Ajuar funerario

Idioma original: español
Año de publicación: 2004
Valoración: entre recomendable y está bien

El género del relato, en su versión más minimalista (quizá habría que hablar de un "microgénero") ha tenido y tiene conspicuos representantes en lengua castellana, como Augusto Monterroso, Ana María Shua o Santi Pérez Isasi. También, y de forma pertinaz, el peruano, aunque afincado en Sevilla, Fernando Iwasaki, que nos ofrece en este volumen titulado Ajuar funerario -se refiere, por los visto, a la costumbre que existe en Perú de ornar a los difuntos para el funeral con alhajas... que luego se retiran, claro-, nada menos que cien microrrelatos de carácter terrorífico o que tienen que ver, de una forma u otra, con la muerte. 

Cierto es que son cuentos mínimos, la mayoría de los cuales no llega a una página y algunos no pasan de unas pocas líneas, pero, caramba... ¡son cien! Cien ideas que hay que desarrollar, cien historias apenas germinadas que hay que cuidar para llegar a convertir en una pequeña plantita, en un retoño que trasplantar a un suelo más espacioso o consumir así mismo, en ensalada... La mayoría , aunque no todos, de estos microcuentos tienen como tema la muerte, en su versión de dar miedito, claro está; encontramos así los clásicos (aunque en algún caso con una vuelta de tuerca) temas de fantasmas -Abuelita está en el cielo, Antigüedades, Aullidos, La OuijaAire de familia-; la variante de casas encantadas -La casa embrujada, Hay que bendecir la casa, Cosas que se mueven solas-, así como los no menos clásicos vampiros, hombres lobos y otros tipos de monstruos, más o menos novedosos o exóticos: El extremo, Réquiem por el ave madrugadora, Resaca, Multiculturalidad...

Encontramos también otras tipologías de microrrelatos que varían un poco el imaginario terrorífico clásico: por una parte, muchos cuentos con niños de protagonistas, un recurso siempre efectivo para dar canguelo al personal, como todos sabemos -La cueva, Los ángeles dormidos, El deseo, El cachorro, El balberito, Vamos al colegio-; las monjas también son figuras que a Iwasaki le resultan especialmente siniestras, vete a saber por qué (bueno, no es difícil de comprender): Las reliquias, Las manos de la fundadora, De incorruptis, Dulces de convento... Y, por la razón que sea, la conducción de automóviles, sobre todo de noche, también es un elemento que aparece a menudo en los cuentos: W. C., El pasajero , con un especial hincapié en la célebre figura de la "chica autoestopista", que merece hasta tres cuentos, con sus variantes sobre el tema. Se puede hacer también un apartado muy divertido con reescrituras de personajes clásicos: Peter Pan, en el relato que lleva su nombre; El apócrifo Frankenstein, mezclando a éste con la leyenda judía del Golem y con Jesucristo; Caperucita  Roja en Caperucita Reloaded, claro, y el Ratoncito Pérez en el muy regocijante Del "Bestiario del cementerio" de Fray Antonio Fuente La Peña... Por último y enlazando con éste último microrrelato, un apartado que sin duda satisfará a los lectores de Un Libro al Día: aquellos minicuentos que tienen relación, precisamente, con libros, en algún caso tan notorios como la propia Biblia: Del apócrifo evangelio de San Pedro (IV, 1-3), Del "Diccionario Infernal" del padre Plancy o el que lleva por título El bibliófilo. Aunque no sólo de libracos vive el hombre (y la mujer, por supuesto): el mundo digital está presente en A mail in the life y El dominio (www.infierno.com, en este caso)...

En suma, se trata de una recopilación de microcuentos notable, con más de una docena (pongamos un 15%) que me han parecido excelentes y, de los restantes, digamos que la mitad están bastante bien, mientras que el resto parte de ideas interesantes, pero su plasmación no siempre resulta satisfactoria. Pero, en fin, que en un libro con cien relatos, más de un 60% de ellos (y ya sé que está feo andar con porcentajes con estas cosas de la literatura, pero es que en este caso me lo han puesto a huevo) resulten, cuando menos, apreciables, sorprendentes y hasta divertidos, cuando no excelentes, me parece que está muy requetebién... Eso sí, recomiendo a quien se disponga a leerlos que no lo haga de un sola vez, sino poco a poco, dos o tres relatos de vez en cuando; de otra forma, el exceso puede llegar a un cierto empacho, además de que, cuando la lecturase encuentra con uno de los mejores cuentos, los siguientes palidecen, de forma inevitable, por comparación y la impresión final quizás quede un tanto decepcionada, o al menos, resulte más tibia de lo que merece este libro.

Para finalizar la reseña, y con permiso, espero, de su autor y de todos vosotros, reproduzco aquí uno de los cuentos más cortitos de este Ajuar funerario, pero también uno de los que más me han gustado:

Como en el fondo soy un romántico, no me importó que el pobre novio pasara toda la noche en la morgue con el cadáver de su chica. Al día siguiente lo encontramos en la camilla, desangrado y desnudo, muerto de amor. La novia todavía no aparece.


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