Javier Ceballos Jiménez: Michel Houellebecq cumple años. 5 poemas de su obra

Michel Houellebecq. Fotografía: EFE Andreu Dalmau

Michel Houellebecq nació un día como hoy de 1958 en la Isla de Reunión. Escritor, ensayista y poeta, es autor de novelas que lo han convertido en una polémica estrella mediática internacional. Pero es también uno de los narradores contemporáneos más contundentes y transgresores. Y poeta. Hoy selecciono 5 poemas de su obra lírica.

Michel Houellebecq

Nació con el nombre de Michel Thomas, pero adoptó el pseudónimo de Michel Houellebecq por su abuela, que fue quien lo crio.

Alcanzó el éxito en 2001, con la igual de aclamada como rechazada Plataforma. Y más tarde, con El mapa y el territorio, tuvo una gran repercusión después de ganar el Premio Goncourt. Pero su mayor polémica fue con Sumisión, donde plantea una futura Francia islamista.

Su poesía sigue la misma línea de su narrativa y viene a completar la figura de uno de los pocos escritores radicales de verdad de la literatura contemporánea.

En su obra Poesía (publicada por Anagrama) reúne sus cuatro libros del género –Sobrevivir, El sentido de la lucha, La búsqueda de la felicidad Renacimiento– y está en versión bilingüe. Alterna el verso libre, el clásico y la prosa poética con temas de lo más variado.

En la poesía no son únicamente los personajes los que viven, sino las palabras.

Michel Houellebecq

5 poemas

Mi Cuerpo

Mi cuerpo es como un saco surcado de hilos rojos
La habitación está oscura, mis ojos brillan débilmente
Me da miedo levantarme, noto por dentro
Algo blando, maligno, que se mueve.

Hace años que detesto esta carne
Que recubre mis huesos. De superficie adiposa,
Sensible al dolor, levemente esponjosa;
Un poco más abajo, un órgano se tensa.

Te odio, Jesucristo, por haberme dado un cuerpo
Los amigos se esfuman, todo huye, deprisa,
Los años pasan, se escurren, y nada resucita,
No deseo vivir y la muerte me asusta

La grieta

En la inmovilidad, el silencio impalpable,
Yo estoy ahí. Estoy solo. Si me golpean, me muevo.
Trato de proteger una cosa roja y sangrante,
El mundo es un caos preciso e implacable.

Hay gente alrededor, los oigo respirar
Y sus pasos mecánicos se cruzan sobre el enrejado.
He sentido, no obstante, el dolor y la rabia;
Cerca de mí, muy cerca, un ciego suspira.
Hace muchísimo tiempo que sobrevivo. Tiene gracia.
Recuerdo muy bien los tiempos de esperanza
E incluso recuerdo mi primera infancia,
Pero creo que es éste mi último papel.

¿Sabes? Lo vi claro desde el primer segundo,
Hacía algo de frío y yo sudaba de miedo
El puente estaba roto, eran las siete en punto
La grieta estaba ahí, silenciosa y profunda.

Una vida de nada

Yo ya me sentí viejo al poco de nacer;
Los demás luchaban, deseaban, suspiraban;
En mí no sentía más que una añoranza imprecisa.
Nunca tuve nada parecido a una infancia.
En la profundidad de ciertos bosques, sobre una alfombra de musgo,
Repugnantes troncos de árbol sobreviven a su follaje;
En torno a ellos se forma una atmósfera de luto;
En su piel ennegrecida y sucia medran los hongos.
Yo no serví jamás a nada ni a nadie;
Lástima. Vives mal cuando es para ti mismo.
El menor movimiento constituye un problema,
Te sientes desgraciado y, sin embargo, importante.
Te mueves vagamente, como un bicho minúsculo.
Ya apenas eres nada, pero, ¡qué mal lo pasas!
Llevas contigo una especie de abismo
Mezquino y portátil, levemente ridículo.
Dejas de ver la muerte como algo funesto;
De vez en cuando ríes; sobre todo al principio;
Intentas vanamente adoptar el desprecio.
Luego, lo aceptas todo, y la muerte hace el resto.

So long

Hay siempre una ciudad, con huellas de poetas
Que entre sus muros han cruzado sus destinos
Agua por todos lados, la memoria murmura
Nombres de gente, nombres de ciudades, olvidos.

Y siempre recomienza la misma vieja historia,
Horizontes deshechos y salas de masaje
Soledad asumida, vecindad respetuosa,
Hay allí, sin embargo, gente que existe y baila.

Son gente de otra especie, personas de otra raza,
Bailamos exaltados una danza cruel
Y, con pocos amigos, poseemos el cielo,
Y la solicitud sin fin de los espacios;

El tiempo, el viejo tiempo, que urde su venganza,
El incierto rumor de la vida que pasa
El silbido del viento, el goteo del agua
Y el cuarto amarillento en que la muerte avanza.

No es eso…

No es eso. Trato de conservar mi cuerpo en buen estado. Quizás esté muerto, no lo sé. Hay algo que habría que hacer y que no hago. No me lo han enseñado. Este año he envejecido mucho. He fumado ocho mil cigarrillos. Me ha dolido, a menudo, la cabeza. No obstante debe haber una manera de vivir; algo que no se encuentra en los libros. Hay seres humanos, hay personajes; pero de un año al otro apenas si reconozco las caras.

No respeto al hombre; sin embargo, lo envidio.



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