Javier Ceballos Jiménez: Felipe Hernández Cava y Antonia Santolaya: Del Trastevere al Paraíso
En octubre del 2016 un periodista acude a una residencia de ancianos de las afueras de Roma en busca de una tal Valeria Stoppa. Como consecuencia, una de las empleadas de la residencia, Paola Merli, deja su trabajo y su casa y se refugia con un viejo amigo que le puede ayudar a conseguir una nueva identidad. Porque esa mujer es en realidad Valeria y en 1973 formó parte de un gupúsculo terrorista de extrema izquierda y participó en un asesinato; desde entonces vive huyendo, oculta tras identidades falsas. En esta novela gráfica iremos conociendo todo el proceso que llevó hasta ese punto a Valeria, una joven de clase media-baja del Trastévere romano, su formación y radicalización ideológica -inmersa en un contexto muy particular, el de los "años de plomo" italianos, durante los 70 y 80 del siglo XX, que se considera que comenzaron con el atentado en el Banca Nazionale dell'Agricoltura de Milán, en diciembre de 1969-, así como su crecimiento como mujer. En contrapunto, encontramos la Valeria de más de sesenta años del 2016, que ha vivido en la clandestinidad la mayor parte de su vida y a la que los recuerdos no la dejan permanecer tranquila.
La novela gráfica no sólo nos explica con todo detalle los condicionantes personales -incluyendo los sexuales-, familiares y formativos de la protagonista, sino también, y es de agradecer, las peculiares y ambiguas circunstancias que vivía Italia en aquellos años de gestación del terrorismo de izquierdas. Conocemos, pues, al dedillo los factores que llevaron a Valeria a implicarse en la "lucha armada" -por supuesto, y como no podría, o no debería, ser de otro modo, en la obra encontramos una permanente condena de toda violencia política-, pero, hete aquí que cuando hemos llegado a la parte con más "chicha" de la historia, el momento de la militancia violenta, ésta se resuelve por la vía rápida, lo que contrasta con la pormenorizada explicación de todo lo que le ha llevado hasta ese momento. Y de los muchos años que pasa luego huyendo apenas sabemos nada. Este desequilibrio narrativo se puede explicar porque la historia se nos cuenta desde el recuerdo de Valeria (de hecho, el de los recuerdos o la memoria es uno de los temas de fondo de la novela), que no deja de ser algo selectivo, pero, aún así, resulta desconcertante... Algo parecido, por cisrto, ocurre con el estilo de las ilustraciones de Antonia Santolaya, que podemos considerar como de un "expresionismo naïf", abocetado y colorido, ya que en algunos momentos funciona perfectamente y en otros se adecua más o menos a lo que nos cuenta el guión, pero que otras muchas veces se queda corto (cierto que la autora, al parecer, es más ilustradora y pintora que historietista, y eso se nota).
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