Javier Ceballos Jiménez: Christina Rossetti. Aniversario de su fallecimiento. Poemas

Christina Georgina Rossetti fallecía un día como hoy de 1894 en Londres. Fue una de las grandes poetisas inglesas, aunque la fama se la llevara más su hermano, el también poeta y pintor Dante Gabriel Rossetti. Pero Christina destacó también por mérito propio en la poesía victoriana y el movimiento prerrafaelista. Esta es una selección de poemas en su recuerdo o para descubrirla.

Christina Rossetti — Poemas

La belleza es vana

Mientras las rosas son rojas,
mientras los lirios son tan blancos,
¿va una mujer a exaltar sus rasgos
sólo para brindar placer?
Ella no es tan dulce como la rosa,
el lirio es más altivo y pálido,
y si ella fuese como el rojo o el blanco
sería apenas una entre varios.

Si ella enrojece en el verano del amor
o en su invierno se vuelve reseca,
si ella hace alarde de su belleza
o se oculta detrás de un falso rubor,
vista ella de blanco o de sedas rojas,
y se pare torcida o como recta madera,
el tiempo siempre gana la carrera
que nos oculta bajo una mortaja.

Entonces gritarán

Parece una cosa fácil, a veces,
sentir un día ganas de cantar,
pero al día siguiente
no podemos ni siquiera hablar.
Guarda silencio con sinceridad
mientras el silencio se acomoda;
otro día ambos cantaremos y diremos.
Guarda silencio, contando el tiempo
para atacar en el momento:
prepárate para el sonido,
nuestro final se aproxima.
¿No podemos cantar ni expresarnos?
En silencio, entonces, recemos,
y meditemos nuestra canción de amor
mientras esperamos.

Canción

Cuando esté muerta, mi amor,
No entones canciones tristes para mí,
No plantes rosas en mi lápida,
ni sombríos cipreses:
Sé la hierba verde sobre mí,
con gotas y rocío, mójame.
Y si te marchitas, recuerda;
Y si te marchitas, olvida.

Ya no he de ver las sombras,
Ya no he de sentir la lluvia,
Ya no he de oír al ruiseñor
cantando su dolor.
Y soñando en ese crepúsculo
que no se pone ni decrece,
Felizmente quizás te recuerde,
Y felizmente tal vez te olvide.

La única certeza

Vanidad de vanidades, dice el predicador,
Todas las cosas son vanidad.
El ojo y el oído no pueden llenarse
Con imágenes y sonidos.
Como el primer rocío, o el aliento
Pálido y súbito del viento
O la hierba arrancada del monte,
Así también es el hombre,
Flotando entre la esperanza y el miedo:
¡Qué pequeñas son sus alegrías,
Qué diminutas, qué sombrías!
Hasta que todas las cosas terminen
En el lento polvo del olvido.
Hoy es igual que ayer,
Mañana uno de ellos ha de ser;
Y no hay nada nuevo bajo el sol;
Hasta que la antigua carrera del tiempo transcurra
El viejo espino crecerá en su cansado tronco,
Y la mañana será fría, y el crepúsculo gris.

Junto al mar

¿Por qué el mar se lamenta eternamente?
Salido del cielo hace que su llanto
se rompa contra la frontera de la costa;
todos los ríos de la tierra no pueden llenarlo;
el mar todavía bebe, insaciable.

Meros milagros de gracia
yacen escondidos en su lecho inesperado:
anémonas, sal, desapasionados
pétalos florecidos; lo suficientemente vivos
para soplar y multiplicarse y prosperar.

Pintorescos caracoles con curvas, puntos o espirales,
incrustadas cosas vivas como los ojos de Argos,
todas bellas por igual, pero todas inigualables,
nacen sin angustia, mueren sin dolor,
y así pasan.

Recuerda

Recuérdame cuando haya marchado lejos,
muy lejos, hacia la tierra silenciosa;
cuando mi mano ya no puedas sostener,
ni yo, dudando en partir, quiera todavía permanecer.
Recuérdame cuando no haya más lo cotidiano,
donde me revelabas nuestro futuro planeado:
solo recuérdame, bien lo sabes,
cuando sea tarde para los consuelos, las plegarias.
Y aunque debas olvidarme por un momento
para luego recordarme, no lo lamentes:
pues la oscuridad y la corrupción dejan
un vestigio de los pensamientos que tuve:
es mejor que me olvides y sonrías
a que debas recordarme en la tristeza.

Fuente: El espejo gótico



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